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dijous, 12 de febrer del 2015

COMPROMISOS CRISTIANOS



La exclusión social se cronifica
La crisis económica está cronificando y aumentando unas situaciones de precariedad social y material a las que las administraciones públicas y organizaciones como Cáritas tratan de poner remedio
Un reportaje de Beatriz Sotillo - Domingo, 8 de Febrero de 2015 -






Ana Sofi Telletxea, Carlos Bargos e Idoia Pérez de Mendiola analizan problemas y las necesidades de la sociedad vasca desde el observatorio que suponen los servicios de Cáritas. (Pablo Viñas)

LAS personas que día a día se enfrentan con el desarraigo, el aislamiento, las carencias materiales y todo tipo de precariedad observan que en estos siete años de crisis económica la exclusión y la vulnerabilidad de una parte importante de la sociedad vasca se han vuelto un problema crónico. Desde Cáritas dicen que los únicos brotes verdes que ven están en el área del voluntariado, en el ímpetu y el ánimo de personas que tratan de combatir la desigualdad social y los males asociados a la pobreza.
Carlos Bargos, director de Cáritas Bizkaia, Idoia Pérez de Mendiola, responsable de Acción Social de base, y Ana Sofi Telletxea, responsable de Análisis y Desarrollo, explican que el pilar familiar que ha ayudado a sostener la estructura social en tiempos de paro elevado y precariedad laboral “da muestras de agotamiento” y es necesario establecer políticas que lo refuercen. “La pobreza y la exclusión -subrayan- no están vinculadas exclusivamente a momentos de crisis, antes y después seguirá habiendo, por eso hay que tomar medidas que sirvan para el largo plazo”.
Avanza la cronificación
El análisis que hace Carlos Bargos destaca que “las situaciones de pobreza no solo se están cronificando, sino que cada vez son más complejas”. “Nuestra sociedad -dice- ya tenía una gran capacidad de generar bolsas de exclusión y la crisis la ha potenciado. En los primeros momentos de la crisis se produjo un aumento muy fuerte de la pobreza, ahora eso está estabilizado o por lo menos no hay un crecimiento significativo, pero sí se observa una cronificación y las situaciones son más complejas. Nos es lo mismo atender a una persona o una familia que lleva dos años en el paro que a otra que lleva cinco, porque aquí empiezan a intervenir factores psicológicos, falla la red social, hay dificultades para la normalización de los niños de la familia...”.
Idoia Pérez de Mendiola añade que de las familias que acuden a Cáritas “llama la atención que antes requerían un apoyo puntual y con una ayuda podían salir adelante, mientras que ahora nos encontramos con situaciones más complicadas, las personas, incluso si tienen un empleo precario, están en una situación muy vulnerable y cualquier incidencia, desde que se rompa la lavadora hasta la enfermedad de un hijo, cualquier gasto fuera de lo cotidiano, hace que la familia, si no cuenta con una red de apoyo, tenga que recurrir a Cáritas”.
Hay más autóctonos
Lo primero que apunta Ana Sofi Telletxea es que “la pobreza no se reparte por igual en la población” y a partir de ahí empieza a enumerar los colectivos más castigados por la exclusión: “familias con menores a su cargo, y dentro de estas, las sustentadas por mujeres solas”; “los grupos donde el problema del empleo es más grave”; y las familias o personas de origen extranjero. Añade que los datos muestran el crecimiento de la pobreza entre los autóctonos, de forma que el peso porcentual de “los dos colectivos (autóctonos y extranjeros) sobre el total de los que requieren ayudas están a punto de converger”. “Contrariamente al imaginario social sobre el origen geográfico de la población atendida por los servicios sociales, los inmigrantes reducen su presencia porque se ha producido una salida, bien porque vuelven a sus países o porque hacen lo mismo que nuestros jóvenes y se van a otros países europeos”.
Carlos Bargos especifica que el reparto del colectivo autóctono y el inmigrante “es al 50%, porque aunque en su día el peso de las personas inmigrantes entre los que requieren ayuda pudo ser hasta del 80%, hoy la distribución está 50/50”. “Familias autóctonas que hace tres o cuatro años estaban completamente normalizadas hoy han caído en la exclusión”, indica Bargos.
Menos redes sociales
Ana Sofi Telletxea destaca que en Euskadi “la pobreza y la exclusión se concentran en zonas urbanas, en núcleos de más de 100.000 habitantes”. Entre los principales problemas cita los déficit en el cuidado de la dependencia (tanto de mayores como de menores) y hace hincapié en “los problemas de exclusión vinculados con las redes y el entramado social”. “El empleo y la vivienda son problemas más importantes, también algunos del área de la salud, pero el único indicador de exclusión en el que Euskadi está por delante del Estado español es el que tiene que ver con lo relacional. Se habla mucho de los problemas económicos y los laborales, pero en los lazos relacionales y familiares empezamos a ver luces rojas. Esta carencia de redes sociales de apoyo o su fragilidad, unida a otros factores, genera situaciones de exclusión graves”, señala Telletxea.
Los más vulnerables
Idoia Pérez de Mendiola especifica que no hablamos de pobreza infantil, “sino de familias que están en situación de pobreza y quienes son más débiles en las familias son los niños o los mayores”.
Ana Sofi Telletxea añade que “el problema de la pobreza en familias que tienen menores es que el proceso de socialización de esos niños y su construcción como personas se hace en una situación de crisis. Su paso de la infancia a la juventud se hace en medio de la precariedad y esa precariedad material, junto al clima familiar de ansiedad, de falta de perspectivas, crean un intangible que no se puede resumir en que hay niños pobres, sino que es un factor que afecta al carácter, que marca a una generación”. “Hay familias en las que los abuelos hacían labores de cuidado de los menores porque los padres tenían que trabajar, ahora algunos padres están volviendo al hogar paterno con los niños con lo que todo el esquema de relaciones se va truncando. Las personas que están en atención familiar en Cáritas te hablan de la tensión que se vive en el clima familiar. A menudo el colchón familiar no es cálido y agradable, y aunque la solidaridad intrafamiliar funcione, hay tensiones, crisis y conflictividad”, explica la experta.
Sobre las posibles soluciones, Ana Sofi Telletxea indica que “curiosamente la política pública que más está haciendo para frenar la pobreza infantil es el sistema de pensiones. En otros Estados europeos las políticas familiares son más potentes, están más focalizadas y trabajan a favor del bienestar de los niños arropando a la familia con ayudas por hijo, medidas de conciliación, guarderías, permisos de maternidad, educación temprana... aquí los niños están protegidos gracias a un sistema público que está pensado para los mayores”.
Idoia Pérez de Mendiola opina que la debilidad de las políticas públicas de apoyo a las familias hace que éstas carguen con mucho peso, de forma que “las familias con niños que no tienen una red de apoyos encuentran muchas dificultades para hacer procesos. En la vida cotidiana todos lo vivimos: si no tienes una amama o un aitite que te eche una mano no puedes trabajar o pierdes oportunidades para formarte”. Carlos Bargos resume diciendo que “debemos proteger más a la familia, que está actuando como un colchón pero ya evidencia síntomas de erosión”.
Excluidos laborales
Ana Sofi Telletxea apunta que la escasez de empleo y la precariedad se han convertido en un grave problema social con gran poder excluyente. Señala que “hay gente que trabaja y está en la exclusión. Ese es el gran reto y la diferencia de esta crisis respecto a la anterior. Antes, aunque con la reconversión industrial se cerraron líneas de producción, se pudo estructurar un empleo alternativo, que era un poco peor, no tan protector como el que generaba la industria, pero aún tenía unas garantías. Ahora no y no se percibe ninguna estrategia que genere empleo de calidad”.
Según Carlos Bargos, “cuando nos comparamos con el resto del Estado vemos que tenemos unos índices de paro más bajos, pero si nos fijamos únicamente en los parados de larga duración resulta que estamos al mismo nivel, luego no estamos tan bien. La comparación con los datos a nivel nacional nos puede dejar un poco tranquilos, pero a nada que profundicemos vemos que los índices de precariedad y larga duración son iguales”.
Esta precariedad se traduce, según Pérez de Mendiola, en que “hay un sector de la población que no tiene estabilidad laboral y su proyecto vital está truncado, hay una generación en stand by sin poder dar los pasos normales en esa etapa de la vida”.
Inversión social
La solución general apuntada por Carlos Bargos es la inversión social. Y junto a eso, “potenciar nuestro sistema de protección social: las rentas de garantía, la protección en vivienda, las ayudas especiales. Todo eso, que es mejorable, es una verdadera joya”. Sobre la polémica abierta en torno a la RGI (Renta de Garantía de Ingresos), que es el aspecto más visible del sistema de protección vasco, el director de Cáritas Bizkaia dice que “lejos de cuestionar la necesidad de aumentar el control y que las ayudas vayan realmente a las familias y a las personas que lo necesitan, vemos que es una herramienta de lujo y tenemos que potenciar su valoración. La protección en lo sanitario, lo educativo, en los servicios sociales, configura una estructura social muy potente y lo que tenemos que hacer no es ponerla en duda sino potenciarla. Las organizaciones sociales y la administración pública trabajamos conjuntamente y lo estamos haciendo bien, pero todo es mejorable. Desde Cáritas Euskadi hemos dicho que en la protección ni un paso atrás”.
Bargos añade que junto a la protección también haría falta “desarrollar plataformas de promoción e inclusión, porque la sociedad tiene que intentar que las personas estén el menor tiempo posible en los sistemas de ayuda”.
La pobreza es de todos
Frente a las teorías que propugnan que las administraciones públicas están derivando a la sociedad -y a las ONG- su responsabilidad en la atención de las necesidades y derechos básicos, Carlos Bargos afirma que “la Administración tiene mucha responsabilidad, pero eso no nos exime a los demás de tener una parte de responsabilidad personal. La pobreza es cosa de todos, no solo de las administraciones públicas”.
No obstante, puntualiza que “desde Cáritas hacemos un continuo análisis de si con nuestro modelo de intervención social estamos provocando el mantenimiento de la situación o una dependencia de las ayudas. Nuestro planteamiento es que todo lo que hagamos tenga espíritu de promoción, de búsqueda de salida y soluciones, no de mantenimiento de la situación”.
Idoia Pérez de Mendiola lo ilustra señalando que “nuestras ayudas siempre están vinculadas a procesos de acompañamiento de las personas y tratamos de que las ayudas sean lo más normalizadoras posible. Es decir, que si una persona necesita alimentación tenga los medios para ir al supermercado y si puede cocinar en casa que no tenga que ir a los comedores. La idea es: derecho a comer sí, pero como come todo el mundo”.
‘“Se suele decir que lo que indigna es la pobreza y no, lo que indigna es la desigualdad”, afirma tajante Carlos Bargos cuando habla del trabajo de los voluntarios de Cáritas y del papel de las ONG. “Lo que duele es la desigualdad y muchos movimientos de voluntariado vienen de esa sensación de no hay derecho a esto”. Idoia Pérez de Mendiola reconoce que “en estos años hemos tenido que hacer un acompañamiento de sus voluntarios, porque las situaciones son complicadas y el grado de sufrimiento es mayor”.
No hay derecho a esto’


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170 años de cooperativismo
(Un artículo de José Manuel Sinde, publicado en Deia en de Diciembre de 2014)


El cooperativismo surge como reacción al capitalismo, para resolver desde la sociedad y la empresa algunos problemas creados por el mismo en los trabajadores y familias de la época. Se inspira en las ideas de los socialistas utópicos pero, sobre todo, en Robert Owen, quien, además, poniendo en práctica sus ideales humanistas consiguió que la empresa que dirigía fuera la más grande en el sector textil inglés de entonces... y una de las más rentables de Europa (cuando el ROE medio era de un "modesto" 30-40%).

Esa capacidad de compaginar una preocupación por las personas y el éxito empresarial probablemente fuera la causa de la gran popularidad que adquirieron sus propuestas y que hizo que incluso dos presidentes USA diferentes (Adams y Monroe) organizaran sendas sesiones conjuntas del Congreso y del Senado para escucharlas.
Sin embargo, la tarea de armonizar en la práctica los ideales humanistas y el realismo económico no se reveló nada sencilla y la casi totalidad de las coops. creadas en base a las ideas de Owen quebraron.
No obstante, en diciembre de 1844, cerca de Manchester, nace una nueva coop. que, manteniendo los valores iniciales de igual dignidad de todas las personas, solidaridad y cooperación modifica el modelo inicial. Los cambios: considera imprescindibles los beneficios a fin de capitalizar la empresa, remunerar adecuadamente el capital que se va formando y, por otro lado, eliminar el cobro a crédito (que estaba en la base de los fracasos anteriores)
Además, traduce sus principios morales en ventajas para sus clientes y, por ello, se compromete a no vender alimentos adulterados ni engañar en el peso, prácticas ambas bastante generalizadas entre los comerciantes de la época. (En 1861 una investigación demostró que el 87% del pan y el 74% de la leche vendidos en Londres estaban adulterados)
Se adelantaban así 30 años a la ley que iba a regular el comercio de alimentos y sentar las bases para la desaparición del fraude. Apuntaban, de esta forma, otra de las características de las coops. desde entonces: influir con su actuación en los cambios de los hábitos en las relaciones económicas.

La nueva coop. demostró su eficacia y surgieron en Inglaterra cientos de coops. similares, primero, y en otros sectores económicos, después, iniciando un fantástico crecimiento internacional que hace que hoy más de 720M. de personas de todo el mundo tengan alguna relación con una coop.
Como contrapartida, sin embargo, se constata que después de 170 años de existencia las cooperativas no representan en ningún país más del 10% del PIB, siendo , por tanto, una fórmula que, aunque significativa, no ha supuesto de hecho una alternativa a las formulas societarias tradicionales en las empresas de ningún país del mundo.
Determinados valores del cooperativismo han ido siendo, con todo, asumidos por la legislación y por algunas empresas convencionales de los países desarrollados, convencidas de que el aumento de la competencia internacional requiere de la colaboración de los trabajadores en el proyecto empresarial.


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