Pàgines

dijous, 26 de febrer del 2015

COMPROMISOS CRISTIANOS



La Industria, motor de la vida futura de Euskadi
(Un artículo de Sabin Azua, Socio Director de B+I Strategy.)


La prolongada duración de la crisis económica en que estamos sumergidos en Europa y en Euskadi en particular sus profundos impactos negativos en la vida de las personas  en términos de desempleo, pérdida de calidad de vida, deterioro de los niveles de igualdad social, etc., deben provocarnos una reflexión: ¿qué capacidad tiene nuestro país para desarrollar mecanismos de generación de riqueza que faciliten el desarrollo económico y la recuperación y mejora de los elementos de cohesión social?

Como bien establece el economista americano Paul Krugman “está totalmente demostrado que una sociedad con profundas desigualdades sociales es un elemento de permanente lastre al crecimiento, mientras que una adecuada política de distribución de las rentas constituye una base para una economía más competitiva”. Afirma asimismo que “no hay ninguna evidencia que demuestre que haciendo más ricos a los ricos se produzca un enriquecimiento del Territorio en su conjunto, hecho que si se produce cuando mejoramos las rentas de la población más necesitada”.

Múltiples fuentes del mundo económico demuestran que los países y regiones donde se producen menores niveles de desigualdad social obtienen los mayores niveles de crecimiento sostenido y duradero. Esta situación ha presidido toda la actuación de las administraciones vascas en los últimos años. No nos descubre nada que no sepamos en nuestra sociedad – cuyo rasgo distintivo es precisamente éste -, pero ratifica que el camino que debe seguir Euskadi en su apuesta por el futuro deberá cimentarse en esta premisa.

Soy consciente que la vida de  muchas personas y familias de nuestro país se ha deteriorado notablemente, que vivimos situaciones de injusticia, pero creo que es necesario destacar como elemento claramente positivo que, según un estudio de  EHU-UPV, realizado siguiendo metodología de la Unión Europea, Euskadi se situaría en segundo lugar a nivel europeo (sólo superado por Suecia) entre los países con menor nivel de desigualdad social.

Nuestra apuesta estratégica básica como nación es situarnos al frente de esa clasificación. Hoy más que nunca necesitamos volver a apostar por la generación de riqueza, la solidaridad, la instrumentalización de mecanismos de desarrollo futuro, el reparto equitativo de las rentas, y una educación de calidad. Solamente con el esfuerzo compartido y la generosidad de nuestras actuaciones podremos sortear los vericuetos de la difícil situación económica.

Creo firmemente que para avanzar en esta profundización de nuestra competitividad, debemos combinar adecuadamente la generación de riqueza y la cohesión social. La batalla por reducir las desigualdades sociales no se gana simplemente elevando el gasto social y promoviendo la redistribución de la renta, sino que se apoya – en primer término – en la generación de riqueza en el territorio. Para mí, ésta es la primera de las políticas sociales.

La apuesta central de nuestro país en cuanto a mecanismos de generación de riqueza es la potenciación de la competitividad de nuestra Industria. La importancia del sector industrial ha sido reconocida por las economías más avanzadas, acrecentándose su relevancia en el momento económico que vivimos. Hemos caído en la cuenta que cuando se pierde la pujanza industrial es terriblemente complicado reconstruir esa capacidad. Aquellos países que mejor se están recuperando de la crisis son los que cuentan con una economía basada en una industria orientada hacia la inserción internacional de productos de valor añadido.

El nuevo escenario en el que se moverán nuestras empresas industriales tendrá que hacer frente a importantes y numerosos retos: creciente complejidad de la competencia internacional,  incorporación de empresas provenientes de los llamados países emergentes y los BRICs, la configuración de nuevos espacios de competencia en cada uno de los mercados, la tendencia al fortalecimiento de la industria en muchos países como eje central de competitividad, la presencia de nuevas pautas de comportamiento más centradas en el proteccionismo, la necesidad de crear valor en economías con unos niveles de desempleo elevados, etc.

Por todo ello debemos seguir avanzando para situar a la empresa en el centro del modelo de desarrollo económico y social de nuestro país. La empresa constituye el espacio natural para la generación de riqueza, promueve la mayoría de la I+D que se realiza, es el ámbito natural para el desarrollo personal y profesional de un número significativo de personas del territorio, dinamiza la creación de empleo sostenible, produce bienes y servicios necesarios, etc.

Como he comentado previamente el camino para mantener la tensión competitiva de nuestras empresas es complicado dados los innumerables retos señalados.

En Euskadi partimos de una posición adecuada para afrontar este reto. Debemos completar nuestra apuesta por la industria potenciando algunos de nuestros rasgos y capacidades diferenciales: la capacidad de industrializar procesos, la construcción de proyectos empresariales basados en/por las personas (sin parangón en Europa), la interacción cooperativa entre todos los agentes, las sinergias de la cercanía entre lo público y lo privado, o la creciente capacidad de interactuar internacionalmente.


Seamos conscientes que el País, o es industrial o no será. 




“ÉTICA Y FISCALIDAD” - Nuestro compromiso en 2015: Actuar como contribuyentes éticamente responsables
Un grupo de laicos de distintos grupos eclesiales (Barandiaran Kristau Elkartea, Cáritas Diocesana, Fe y Justicia, Itaka y Misiones Diocesanas, Cristianos Socialistas…), ante la actual situación social y económica que vivimos en nuestra sociedad, estamos realizando desde 2011 una reflexión para aplicar a nuestra realidad las orientaciones de la pastoral de los obispos vascos “Una economía al servicio de las personas”

Las conclusiones de esa reflexión nos llevaron a proponer, en el ámbito de la responsabilidad personal, medidas concretas para incrementar la comunicación cristiana de bienes, promoción de la participación, reforzamiento del papel de Cáritas y formación en Doctrina Social de la Iglesia.

Por lo que se refiere a posibles sugerencias a realizar a los creyentes respecto a la comunicación cristiana de bienes y al comportamiento de los cristianos como “agentes económicos”, hemos llegado a la conclusión de que lo fundamental es el ejemplo, con comportamientos diferenciales que puedan resultar indicativos de responsabilidad y solidaridad especiales de los creyentes.

Proponíamos, en este sentido, estos SEIS compromisos a los que cada comunidad puede añadir otros cuatro entre aquellos que considere más oportunos:

  1. Donar un día de sueldo/pensión al mes para las personas más desfavorecidos
  2. Ofrecer 2ó 3 h. semanales de trabajo voluntario en tareas de “transformación social”, preferentemente en organizaciones que se preocupan de las necesidades de las personas empobrecidas y buscan un modelo socio-económico más justo y más humano.
  3. Actuar como contribuyentes éticamente responsables, pagando todos los impuestos sin fraudes ni artimañas legales, incluso solicitando la factura para pagar siempre el IVA
  4. Ahorrar en banca ética o en las entidades más comprometidas socialmente
  5. Visitar, al menos dos veces al año, una tienda de Comercio Justo, Ecológico o Solidario
  6. Propiciar la existencia de becas u otras ayudas públicas, utilizándolas responsablemente a fin de que puedan llegar a todas las personas que realmente las necesitan


Este año 2015, queremos abordar especialmente el punto 3.




2015: “ÉTICA Y FISCALIDAD”

Ética y fiscalidad han llegado a parecer dos términos sin relación mutua. La imposición fiscal se ha presentado como una cuestión técnica, sin implicaciones éticas. A menudo se ha asociado a una actuación excesiva y arbitraria, hasta injusta, por parte del Estado respecto del individuo, víctima éste de la voracidad recaudadora de aquél. Lógicamente, lo justo y lo inteligente, ha sido sortear de mil maneras los deberes fiscales. Más aún si eran considerados una amenaza para el crecimiento de la economía y el dinamismo de las empresas.
Sin embargo, uno de los asuntos que la crisis ha puesto al descubierto es la múltiple relación entre ética y fiscalidad, en varias dimensiones:

La política fiscal es una herramienta decisiva para hacer frente a la desigualdad creciente. Si hay un instrumento privilegiado para hacer realidad el principio del “destino universal de los bienes -de la doctrina social de la Iglesia- , es precisamente el de la fiscalidad. Debe reorientarse con un sentido redistributivo, esto es, para una distribución más equitativa y justa de los ingresos. Ello implica la progresividad, esto es, mayor tipo impositivo para quien más beneficios obtiene. Pero también la redistribución, dar más a quien más necesita, a través de una política presupuestaria con atención a los derechos sociales: educación, sanidad y desempleo. El economista francés Thomas Piketty propone no elevar más el tipo impositivo de los grandes beneficios sino un nuevo impuesto anual sobre el patrimonio de carácter más reducido (un 2%). Según sus estimaciones en Europa afectaría al 2,5% de la población y podría reportar el equivalente al 2% del PIB europeo.
  1. Es necesaria una ética fiscal ciudadana que potencie la honestidad y la responsabilidad para con nuestros deberes fiscales, a la vez que repruebe el fraude fiscal. Se trata de cambiar una cultura ciudadana y empresarial basada en el divorcio entre ética pública y fiscalidad, con demasiada tolerancia e incluso aprobación hacia la elusión de los deberes fiscales, lo cual perjudica a todos y especialmente a los menos iguales. No es posible mantener un sistema de servicios públicos equitativo y de calidad sin la aportación de todos los ciudadanos al mismo, a través de los impuestos, cada uno en función de sus ingresos y su patrimonio. Necesitamos mejorar nuestra pedagogía fiscal para romper la contradicción de valorar muy positivamente la universalidad de nuestro sistema de bienestar y, por otro lado, querer pagar cada vez menos impuestos.
  2. La globalización ha dado nueva dimensión el fraude fiscal. Urge el compromiso decidido contra las normativas que permiten los paraísos fiscales, en particular, en el marco de la Unión Europea. Los expertos calculan que la evasión fiscal se eleva a 130.000M€ anual. Este importe resta capacidad redistribuidora a los Estados, limita la intensidad de las políticas sociales y favorece la inequidad. Se estima que representa el 8% del ahorro mundial, y el 12% en el caso de Europa. Es necesaria una nueva fiscalidad de carácter global. El Consejo Pontificio Justicia y Paz propone “medidas de imposición fiscal a las transacciones financieras” (Por una reforma del sistema financiero y monetario internacional, 2011).


Todo ello debe situarse en una perspectiva en que la fiscalidad no debe ser impedimento, sino instrumento al servicio de la creación de riqueza, el crecimiento económico, y del impulso al empleo.

Para reflexionar sobre estas cuestiones contamos con los siguientes PONENTES:

Carlos Cruzado, presidente del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (GESTHA): “El fraude fiscal en España”.
Javier Arellano, (Director del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto y colaborador de AlboanONGD): “Fiscalidad y ética cristiana”.
Eguzki Urteaga, Profesor de Sociología de la UPV/EHU: “Los paraísos fiscales”
Carmen Gallastegui, Economista y ex Consejera de Economía y Hacienda del Gobierno Vasco: “Política fiscal e impulso al empleo”.


MODERADOR: Koldo Campo: Periodista y Jefe de Programación de ‘Radio


13.03.15


Cristianos comprometidos ante la crisis reclaman ética fiscal
Hoy se celebrará una mesa redonda bajo el título “Con ética (fiscal) no hay paraísos”, a las 19 horas en Arrupe Etxea. Participarán cuatro personas expertas en paraísos fiscales, fraude fiscal, política fiscal e impulso al empleo y a la fiscalidad desde claves cristianas, al hilo de uno de los “compromisos cristianos ante la crisis” que un grupo de laicos y laicas de la Diócesis de Bilbao llevan promoviendo varios años. Juan Manuel Sinde, miembro del equipo promotor, ofrece algunas claves sobre el trabajo que están realizando.













Juan Manuel Sinde.

¿Cuál es el balance de estos cuatro años de actividad?
Hemos realizado la presentación de los Compromisos a unos 60 grupos diferentes mayoritariamente de la Diócesis de Bilbao.
Mantenemos un blog en el que incorporamos noticias, artículos, actividades relacionadas con los Compromisos con una frecuencia semanal.
Hemos incrementado la lista de personas adheridas a través de las distintas redes sociales a más de 800 personas.
Tres personas del grupo promotor nos hemos incorporado a la Comisión de Economía del Área de Caridad y Justicia, con lo que tenemos una vía adicional para plantear en el futuro desarrollos de los Compromisos relacionándolos con distintas actividades diocesanas.
En esta ocasión con la mirada puesta en la ética fiscal. ¿Cuál es la razón de acentuar este compromiso?
Las necesidades sociales en nuestra Diócesis, como se sabe, están aumentando. Se incrementan, asimismo, las necesidades de las Administraciones públicas para hacer frente a esas demandas. No es posible estar indefinidamente asumiendo déficits públicos que, en última instancia, tendrán que afrontar generaciones posteriores.
Por otro lado, nos situamos más fácilmente en clave de reclamar "a otros" que en la clave de asumir la parte de responsabilidad que nos corresponde.
En ese sentido, la ética ciudadana relacionada con las obligaciones fiscales es, en otros países, sobre todo del Centro y Norte de Europa, claramente de mayor calidad.
Si queremos tener unos servicios públicos sostenibles tendremos que preocuparnos todos también de los ingresos que los hacen posible.
En el pasado ha habido gran permisividad desde el punto de vista moral, pero entendemos que los cristianos tenemos que liderar el cambio cultural.
Como cristianos comprometidos ¿cuál debería ser nuestra actitud ante el fraude fiscal?
En primer lugar, rechazar tajantemente aprovecharnos del mismo (caso del IVA que nos podemos ahorrar en determinados servicios).
En segundo lugar, afearlo y, si tiene entidad suficiente, denunciarlo a las instancias oportunas para corregirlo.
"Una economía al servicio de las personas". Se trata del núcleo central de vuestra labor. ¿Está calando este mensaje en la sociedad? ¿Y entre los gobernantes?
Creemos que la sociedad, en general, se está concienciando de la necesidad de buscar fórmulas que permitan aunar la necesaria competitividad empresarial (que es la que permite mantener y crear nuevos puestos de trabajo) con otros objetivos relacionados con la dignidad de las personas, la participación de los trabajadores en las decisiones, el respeto al medio ambiente, la solidaridad con la comunidad en la que se inserta la empresa,...
Por lo que se refiere a los gobernantes, no hay porqué pensar que hay mala intención en ninguno de ellos, sino que tienen distintas visiones respecto a cómo resolver los problemas económicos, en los que, a veces, soluciones de corto plazo son perjudiciales para resolver los problemas de fondo y al revés.
A partir de mañana ¿qué otras actuaciones se prevén?
Seguiremos con la actividad sensibilizadora a través del blog y las redes sociales. Por otro lado, tenemos pendientes de desarrollar e implementar los compromisos en el ámbito de colectivos concretos, como empresarios y trabajadores, y en actividades de educación de jóvenes (catequesis, centros diocesanos,...).
Buscaremos el momento y la forma más adecuada para colaborar para ello con otras instituciones diocesanas.

31.03.15


170 años de capitalismo, marxismo y cooperativismo
(Un artículo de Juan Manuel Sinde, miembro de Arizmendiarrietaren Lagunak Elkartea, publicado en DEIA, el 9 de noviembre de 2014)

En 1844 coinciden en Inglaterra hechos relevantes representativos de los tres sistemas económicos que iban a dominar el mundo económico en los siguientes años. Con la perspectiva del tiempo se pueden hacer algunas consideraciones, necesariamente esquemáticas, sobre la evolución de cada uno de ellos. Los eventos reseñables fueron los siguientes:

1.-Se aprobaron en el Parlamento inglés la ley que regulaba el funcionamiento de las sociedades por acciones y la ley constituyente del Banco de Inglaterra, que fijaba el papel del Banco central en la economía y completaba las bases del sistema bancario y monetario.

Se establecen, de esta manera, tanto a nivel microeconómico como macroeconómico la estructura del llamado sistema capitalista ó de libre mercado.

2.-Ese mismo año Marx y Engels publican sendos libros, describiendo las pésimas condiciones de la clase trabajadora británica y desarrollando los fundamentos filosóficos del posterior Manifiesto Comunista, editado 4 años más tarde.


(Marx y Engels - Foto: Berlin.de / Tobias Kneschke)

3.-Después de numerosos intentos fallidos anteriores, 28 trabajadores (27 hombres y 1 mujer) fundan en Rochdale, localidad cercana a Manchester, la primera cooperativa que va sobrevivir, representando simbólicamente el nacimiento del cooperativismo moderno.

Mucho se ha escrito desde entonces sobre las desigualdades e injusticias creadas por el sistema capitalista, como luego describiremos sucintamente. En cualquier caso, la implantación de dicho sistema coincide con el período en que una buena parte de la humanidad ha incrementado espectacularmente su renta y mejorado sus condiciones de vida. Según las estimaciones de Angus Madison, en su libro "La economía de Occidente y del resto del mundo en el último milenio" la renta media de los países del Occidente de Europa se dobló desde el año 1.000 al 1.800 pero luego se ha multiplicado por 20 en los dos siglos posteriores.

Las sucesivas crisis del sistema, al que Marx predijo su muerte como consecuencia de sus contradicciones internas, se han ido resolviendo con sucesivas reformas, en parte motivadas por la acción reivindicativa de las clases trabajadores, tanto a nivel de empresa como mediante la acción política, modificando leyes injustas que daban privilegios inadmisibles a grupos económicos minoritarios que les aseguraban pingues beneficios a expensas de altos precios a pagar por la ciudadanía en productos de consumo básicos.

El sufragio universal, sustituyendo al derecho de voto exclusivo de los poseedores de tierras (y que hacía, por ejemplo, que sólo tuvieran derecho a voto un 2% de la población), es apoyado por los grupos más preclaros de las clases dirigentes y abre la puerta a reformas sociales y económicas que, 100 años más tarde, culminan en la denominada " economía social de mercado", que poco tiene que ver con las dramáticas condiciones en que vivían las clases trabajadoras al comienzo de la revolución industrial.

El extraordinario incremento de la renta en los años en que el sistema capitalista ha estado en vigor es consecuencia, por otra parte, de la eficacia en la aplicación de los descubrimientos científicos y técnicos, con el consiguiente aumento de la productividad y de la creación de riqueza.

Sin embargo, en los primeros años de este sistema, el egoísmo desenfrenado de los propietarios de los nuevos medios de producción hizo pensar a Marx que la dramática situación de los trabajadores nunca se podría corregir dentro del sistema, dominado por unos pocos, y que sólo una fórmula revolucionaria podría modificarla.

Ciertamente, el descontento social tenía razones sobradas: niños de 8 y 9 años trabajando 12 horas diarias en las industrias textiles (¡hasta el año 1833 no se aprueba la ley prohibiendo el empleo de niños menores de 9 años!), jornadas laborales generalizadas de 15 horas diarias para los jóvenes y de 12 a 15 horas paras las mujeres (hasta el año 1847 no se limita la jornada diaria a 10 horas).

Se daba, por otra parte, una alta mortalidad infantil debido a la falta de nutrición y de condiciones higiénicas adecuadas: en 1839 la mitad de los funerales en Londres fueron de niños menores de 10 años y la emigración suponía una de las pocas salidas individuales a aquella situación, lo que generó la marcha a USA de 11 millones de personas en los últimos 20 años del siglo XIX.

Sin embargo, la aplicación de las propuestas de Marx condujo a una situación económicamente ineficaz y que produjo la muerte de millones de personas en la URSS, bien por errores económicos, bien por razones políticas. La búsqueda del bien común sustituyendo la propiedad privada de los medios de producción (y con ella cualquier iniciativa privada) por la propiedad estatal de los mismos; la sustitución del mercado por la planificación centralizada y de la democracia política por la dictadura de un partido único "bienintencionado" devino en un sistema cuyo fracaso se visibilizó con la caída del Muro de Berlín.

La superioridad práctica de la llamada “economía de mercado” (a pesar de sus nuevas crisis) quedaba, así, incuestionable, lo que hace que cualquier otra alternativa se reduzca a países como Corea del Norte con regímenes ineficientes... y despiadados.


¿Y cuál ha sido la aportación del cooperativismo en este tiempo? La respuesta a esta pregunta merece unos comentarios adicionales que son objeto de otro artículo en el que describimos las indudables aportaciones-pero también los límites-de este movimiento empresarial que ha cuajado con singular importancia en nuestro País.






Lo económico y lo social
(Un artículo de Guillermo Dorronsoro, Decano de  Deusto Business School, publicado en DEIA el 14 de Marzo 2015)


El lenguaje que utilizamos va construyendo una forma de entender la realidad, y por eso  es importante usarlo con propiedad. Y en los últimos tiempos estamos construyendo una barrera cuando hablamos de lo económico y de lo social para describir dos facetas diferentes de nuestra actividad.

Hablamos de planes económicos cuando nos referimos a la creación de riqueza, y en coherencia, utilizamos como patrón de medida el crecimiento del producto interior bruto. Hablamos de empresas y empresarios, hablamos de instituciones financieras, hablamos de inversiones, y todas esas cosas nos parece que encajan bien en el ámbito de lo económico.
Y hablamos de planes sociales cuando nos referimos a cómo se distribuye la riqueza, y utilizamos para medirlo el coeficiente de Gini o, últimamente, las tasas de desempleo, que se ha convertido en el factor de desigualdad más evidente. Hablamos de ONGs, de rentas de garantía o de viviendas protegidas.

Y vamos tirando con esa división entre lo económico y lo social, y vamos interiorizando que lo propio de la economía es crear riqueza y distribuirla mal, y lo propio de lo social es ayudar a las personas a las que la economía maltrata.

No es casual esta percepción, el sistema de capitalismo global imperante ha demostrado que es el más eficiente para crear riqueza, pero es mucho más torpe para repartirla. Y esa torpeza es mucho más visible cuando la economía crece despacio, porque la poca riqueza que se crea queda atrapada por aquellos que tienen más poder en el sistema, mientras los que quedan abajo ven como cada día se tienen que arreglar con menos.

Pero no tendría que ser así, y tenemos la responsabilidad histórica de arreglar esta disociación. Igual que reclamamos y defendemos las líneas rojas en políticas sociales (como la educación o la sanidad), la sociedad tendría que reclamar y defender líneas rojas en materia de políticas económicas. ¿De qué vale tener instrumentos para distribuir la riqueza, si nos olvidamos de crearla? ¿Qué futuro tendrá esta sociedad, si decidimos que quienes se dedican a la creación de riqueza  son enemigos de la sociedad, cuyo único destino es ser asados en impuestos para que paguen sus delitos?

Por eso me ha gustado mucho la estrategia económica que ha presentado a principios de ese mes de marzo la Primera Ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, que desarrolla cuatro ejes: Inversión, Innovación, Internacionalización y Reducción de Desigualdades. Tres ejes para crear el contexto en el que puedan florecer empresas y un eje para recordar a esas empresas que es también su trabajo repartir bien la riqueza que crean.

Y no ha dividido esta estrategia en dos, estrategia económica y estrategia social, sino que interioriza que debemos transformar la economía, para que vuelva al camino que no debió abandonar: estar al servicio de la sociedad.

Hay más cosas que me gustan de la estrategia económica de Escocia, un país con el que Euskadi comparte muchas facetas. Por ejemplo, cuando en el primer eje, el de la inversión, prioriza las inversiones en las personas, e incluye también aquellas necesarias para la defensa del medio ambiente.

No es casualidad que Escocia sea un país referente por la calidad de sus Universidades (4 situadas entre las 200 mejores del mundo en el exigente ranking que publica anualmente el Times Higher Education), y tampoco que sea líder mundial por su producción científica (en términos relativos a su dimensión) ¿Sabías que la máquina de vapor, la bicicleta, el teléfono, la televisión o la penicilina, fueron desarrollados por la ciencia y la ingeniería escocesa?

El futuro de los países depende de las inversiones que sean capaces de hacer hoy en sus personas, en sus infraestructuras de conocimiento y en su industria. Y por supuesto, depende también de que estas inversiones se hagan con criterios de justicia, que no demos por perdida a la economía como motor de la igualdad.

Nos interesa mucho que nuestra economía vaya bien, porque es condición indispensable crear riqueza para luego poder distribuirla. O mejor aún, nos interesa una economía que aprenda a distribuir mejor esa riqueza que creamos.

Sin duda es un reto histórico, y nos llevará mucho tiempo cambiar las reglas de juego, pero todas las grandes transformaciones, empiezan por romper barreras que tenemos dentro de nuestras cabezas. Vamos a dejar de separar en nuestras cabezas lo económico y lo social, vamos a recuperar la imagen de empresarias y empresarios como lo que son, motores del desarrollo social y prosperidad.


Vamos a trabajar porque Euskadi sea líder en mundial en la creación de las condiciones para que la economía florezca. Pero será una economía diferente, una economía que no olvide su fin último: la sociedad, las personas.

Todo en común

Un artículo de Carlos García de Andoin en El Correo del 16 de abril de 2015.


(Carlos García de Andoin es Miembro del Instituto Diocesano de Teología Pastoral de Bilbao.)

La posesión de bienes, en la visión cristiana, fija sobre la propiedad más deberes que derechos e interpela sobre su función social.