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divendres, 6 de març del 2015

CALVARY...



La fe aterriza en las pantallas (II) "Calvary", no es fácil encontrar un hombre bueno
05.03.15 | 

“Hasta el domingo”. No es una despedida cualquiera. Es la un hombre que ha sufrido abusos sexuales de niño durante años por parte de un sacerdote ya fallecido. Se despide así del padre Lavelle que le ha escuchado en el confesonario. “Matar a un sacerdote en domingo. Esa es una buena idea”. Ésta es la amenaza de venganza con la cual comienza esta mal llamada comedia dramática. Todavía quedan siete días.
En esta semana iremos conociendo a James Laville, soberbio Brendan Gleenson, un sacerdote viudo y con una hija adulta, Fiona (Kelly Reilly) que después de la muerte de su esposa ha decidido consagrar su vida a Dios intentado ayudar a la gente. Acompañaremos su duda interior ante la amenaza de muerte, entre la denuncia y la defensa, entre la huida y acudir a la cita en la playa. Por su vida irán desfilando las personas de su pueblo, sus feligreses. Un carnicero despechado por los engaños de su mujer, Verónica su esposa insatisfecha, un millonario solitario que quiere lavar su conciencia donando dinero a la iglesia, un escritor norteamericano expatriado que quiere suicidarse. También su compañero en la parroquia, el padre Leary, va torciendo su camino. Incluso su hija vive una crisis existencial que le ha llevado a la depresión. Éstos serán los compañeros entre los cuales el padre James tiene que tomar una decisión: acudir o no a esa extraña cita.

El irlandés John Michael McDonagh es el director y guionista de esta película que nos ofrece una de las mejores imágenes del sacerdocio en el cine contemporáneo. En Irlanda donde el escándalo de los abusos sexuales y de sus encubridores ha marcado la historia y la percepción de la fe y la iglesia, surge está película, en la que se da la cara ante el problema y sus consecuencias traumáticas en las víctimas. Pero que, a la vez, reivindica el sentido del ministerio presbiteral –a través de la referencia de un buen sacerdote- en un mundo que vive amenazado del mal y donde ya pocos creen en el perdón.
Más allá de las hagiografías simplistas al uso, descubrimos a un ser humano en su debilidad, en su cansancio e incluso en su ira. Pero sobre la que se levanta, la imagen de guerrero celta Brendan Gleeson viene al caso, un sacerdote sólido, profundamente creyente que intenta ayudar a su gente aunque todo esté rodeado de oscuridad. Humildemente, en el fracaso, digamos en la Pasión, se nos muestra a un buen sacerdote. Lleva la carga que nunca deseó, la dura carga del mal condensada en los abusos sexuales de menores pero que se extiende alrededor como fuego que arrasa.
Clavada esta cruz en el surco de un pequeño pueblo irlandés. La duda procede ante el sacrificio. ¿Tiene sentido dar la vida para luchar contra el mal, presente en la misma iglesia? ¿La vieja palabra expiación, desgastada y manipulada, tiene hoy vigencia mirando al Crucificado? ¿Cómo amar en medio del fracaso? Cuando a veces la única misión que apenas queda es no formar parte del mal. ¿Puede esperarse una luz que haga posible la reconciliación de tantas heridas?

Este nuevo “Diario de un cura rural” se pone a la par del mismo Robert Bresson y Georges Bernanos. En la estela de los grandes de la literatura Graham Green en “El poder y la gloria” o Flannery o’Connor “Un hombre bueno no es fácil de encontrar”. Incluso de los grandes del cine como el “Nazarín” de Luis Buñuel-Galdós. En medio del drama se presenta una imagen como figura: “Este es el hombre”.
Sin embargo, “Calvary” tiene una forma de abierta e incompleta de terminar. Dónde como en la parábola del hijo pródigo se le exige al “espect-actor” decir el final. Cuando humanamente resulta imposible decir “Todo es gracia”. No se la pierdan. No compren palomitas en este caso, mejor abróchense los cinturones de la conciencia. Pero vayan a verla.



 
 
(a  VIDA  NUEVA)
CALVARY: LA CRUZ DEL INOCENTE.
 Una película que explora el pecado y reivindica la virtud 
J. L. CELADA | Un confesonario, una condena a muerte y una semana por delante para que el presunto reo “ponga su vida en orden”. El inquietante arranque de Calvary no solo presagia un desenlace sobrecogedor, sino que constituye la primera estación del particular vía crucis que se dispone a recorrer el protagonista de esta historia, un atípico sacerdote irlandés (nada sería igual sin el inmenso Brendan Gleeson) obligado a beber el cáliz amargo de Getsemaní en la pequeña comunidad costera donde desarrolla su ministerio.
La amenaza que activa la cuenta atrás responde a una de las lacras que arrastra la Iglesia de aquel país: los múltiples casos de pederastia que se han producido en su seno durante las últimas décadas.
Sin embargo, lo que aquí nos plantea John Michael McDonagh, autor de El irlandés (2011) –aquel inclasificable thriller policiaco con el propio Gleeson al frente del reparto– traspasa los límites de tales abusos para explorar el territorio del mal y del pecado en sus frentes más diversos. También para reivindicar la necesidad de la virtud, sobre todo, una especialmente devaluada entre nuestras descreídas sociedades: el perdón.
Una variopinta galería de personajes nos permite descubrir el lado más humano de este exalcohólico, viudo y padre de una hija, convertido ahora en un cura bueno y honrado, que trata de escuchar y consolar a cuantos se cruzan con él a diario. Aunque no siempre tenga respuestas para ellos.
En el templo, en el pub, en el hospital, en la cárcel o en la playa; con un médico ateo, con un rico corrupto, con un anciano huraño…; con vecinos atrapados en la trampa de la mentira, el adulterio o el asesinato…, nunca deja pasar la ocasión de dedicarles un minuto de su jornada y una palabra de aliento, a menudo teñida del mismo humor negro que atraviesa toda la cinta.
Contra el escepticismo reinante, empeñado en firmar el acta de defunción de la Iglesia, nuestro hombre defiende la vigencia de una fe redentora, cuya perpetuación (o pérdida) no esté sujeta al miedo a la muerte. Pero una fe sometida a prueba, porque la maldad no distingue entre inocentes y culpables, víctimas y verdugos. Unos y otros comparten remordimientos o la necesidad de expiar la culpa.
Y mientras prosigue la búsqueda del anónimo penitente, camino de ese domingo en el que la cruz se tornará luz, Calvary va desgranando un rosario de primeros planos y jugosos diálogos –sencillos y directos, como la estructura narrativa que sostienen–, que hacen de un drama así referencia obligada para cinéfilos y creyentes.
Tal vez la cita de san Agustín que abre esta extraordinaria película nos ayude a entender mejor lo que su director trata de decirnos o, al menos, a asumir la escandalosa paradoja que supone vivir en cristiano: “No desesperes, porque uno de los ladrones fue salvado; pero no presumas, porque el otro fue condenado”.
FICHA TÉCNICA
Título original: Calvary.
Dirección y guión: John Michael McDonagh.
Fotografía: Larry Smith.
Música: Patrick Cassidy.
Producción: Chris Clark, Flora Fernández-Marengo, James Flynn.
Intérpretes: Brendan Gleeson, Kelly Reilly, Aidan Gillen, Chris O’Dowd, Dylan Moran, M. Emmet Walsh, Marie-Josée Croze, Domhnall Gleeson, David Wilmot, Orla O’Rourke, Pat Shortt, Gary Lydon, Killian Scott, Owen Sharpe.

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