La fe aterriza en las pantallas (II)
"Calvary", no es fácil encontrar un hombre bueno
05.03.15 |
“Hasta el domingo”. No es una despedida cualquiera. Es la un hombre que ha sufrido abusos sexuales de niño durante años por parte de un sacerdote ya fallecido. Se despide así del padre Lavelle que le ha escuchado en el confesonario. “Matar a un sacerdote en domingo. Esa es una buena idea”. Ésta es la amenaza de venganza con la cual comienza esta mal llamada comedia dramática. Todavía quedan siete días.
En esta semana iremos conociendo a James Laville, soberbio Brendan Gleenson, un sacerdote viudo y con una hija adulta, Fiona (Kelly Reilly) que después de la muerte de su esposa ha decidido consagrar su vida a Dios intentado ayudar a la gente. Acompañaremos su duda interior ante la amenaza de muerte, entre la denuncia y la defensa, entre la huida y acudir a la cita en la playa. Por su vida irán desfilando las personas de su pueblo, sus feligreses. Un carnicero despechado por los engaños de su mujer, Verónica su esposa insatisfecha, un millonario solitario que quiere lavar su conciencia donando dinero a la iglesia, un escritor norteamericano expatriado que quiere suicidarse. También su compañero en la parroquia, el padre Leary, va torciendo su camino. Incluso su hija vive una crisis existencial que le ha llevado a la depresión. Éstos serán los compañeros entre los cuales el padre James tiene que tomar una decisión: acudir o no a esa extraña cita.
El irlandés John Michael McDonagh es el director y guionista de esta película que nos ofrece una de las mejores imágenes del sacerdocio en el cine contemporáneo. En Irlanda donde el escándalo de los abusos sexuales y de sus encubridores ha marcado la historia y la percepción de la fe y la iglesia, surge está película, en la que se da la cara ante el problema y sus consecuencias traumáticas en las víctimas. Pero que, a la vez, reivindica el sentido del ministerio presbiteral –a través de la referencia de un buen sacerdote- en un mundo que vive amenazado del mal y donde ya pocos creen en el perdón.
Más allá de las hagiografías simplistas al uso, descubrimos a un ser humano en su debilidad, en su cansancio e incluso en su ira. Pero sobre la que se levanta, la imagen de guerrero celta Brendan Gleeson viene al caso, un sacerdote sólido, profundamente creyente que intenta ayudar a su gente aunque todo esté rodeado de oscuridad. Humildemente, en el fracaso, digamos en la Pasión, se nos muestra a un buen sacerdote. Lleva la carga que nunca deseó, la dura carga del mal condensada en los abusos sexuales de menores pero que se extiende alrededor como fuego que arrasa.
Clavada esta cruz en el surco de un pequeño pueblo irlandés. La duda procede ante el sacrificio. ¿Tiene sentido dar la vida para luchar contra el mal, presente en la misma iglesia? ¿La vieja palabra expiación, desgastada y manipulada, tiene hoy vigencia mirando al Crucificado? ¿Cómo amar en medio del fracaso? Cuando a veces la única misión que apenas queda es no formar parte del mal. ¿Puede esperarse una luz que haga posible la reconciliación de tantas heridas?
Este nuevo “Diario de un cura rural” se pone a la par del mismo Robert Bresson y Georges Bernanos. En la estela de los grandes de la literatura Graham Green en “El poder y la gloria” o Flannery o’Connor “Un hombre bueno no es fácil de encontrar”. Incluso de los grandes del cine como el “Nazarín” de Luis Buñuel-Galdós. En medio del drama se presenta una imagen como figura: “Este es el hombre”.
Sin embargo, “Calvary” tiene una forma de abierta e incompleta de terminar. Dónde como en la parábola del hijo pródigo se le exige al “espect-actor” decir el final. Cuando humanamente resulta imposible decir “Todo es gracia”. No se la pierdan. No compren palomitas en este caso, mejor abróchense los cinturones de la conciencia. Pero vayan a verla.
(a VIDA NUEVA)
CALVARY: LA CRUZ DEL INOCENTE.
Una película que explora el pecado y reivindica la virtud
J. L. CELADA | Un confesonario, una condena a muerte y una semana por delante para que el
presunto reo “ponga su vida en orden”. El inquietante arranque de Calvary
no solo presagia un desenlace sobrecogedor, sino que constituye la primera
estación del particular vía crucis que se dispone a recorrer el
protagonista de esta historia, un atípico sacerdote irlandés (nada sería
igual sin el inmenso Brendan Gleeson) obligado a beber el cáliz
amargo de Getsemaní en la pequeña comunidad costera donde desarrolla su
ministerio.
La amenaza que activa la cuenta
atrás responde a una de las lacras que arrastra la Iglesia de aquel país: los múltiples
casos de pederastia que se han producido en su seno durante las últimas
décadas.
Sin embargo, lo que aquí nos
plantea John Michael McDonagh, autor de El irlandés (2011) –aquel
inclasificable thriller policiaco con el propio Gleeson al frente del
reparto– traspasa los límites de tales abusos para explorar el territorio
del mal y del pecado en sus frentes más diversos. También para reivindicar
la necesidad de la virtud, sobre todo, una especialmente devaluada entre
nuestras descreídas sociedades: el perdón.
Una variopinta galería de personajes
nos permite descubrir el lado más humano de este exalcohólico, viudo y padre
de una hija, convertido ahora en un cura bueno y honrado, que trata de escuchar
y consolar a cuantos se cruzan con él a diario. Aunque no siempre tenga
respuestas para ellos.
En el templo, en el pub, en el
hospital, en la cárcel o en la playa; con un médico ateo, con un rico corrupto,
con un anciano huraño…; con vecinos atrapados en la trampa de la mentira, el
adulterio o el asesinato…, nunca deja pasar la ocasión de dedicarles un
minuto de su jornada y una palabra de aliento, a menudo teñida del mismo
humor negro que atraviesa toda la cinta.
Contra el escepticismo
reinante, empeñado en firmar el acta de defunción de la Iglesia,
nuestro hombre defiende la vigencia de una fe redentora, cuya
perpetuación (o pérdida) no esté sujeta al miedo a la muerte. Pero una fe
sometida a prueba, porque la maldad no distingue entre inocentes y culpables,
víctimas y verdugos. Unos y otros comparten remordimientos o la necesidad de
expiar la culpa.
Y mientras prosigue la búsqueda
del anónimo penitente, camino de ese domingo en el que la cruz se
tornará luz, Calvary va desgranando un rosario de primeros planos y
jugosos diálogos –sencillos y directos, como la estructura narrativa que
sostienen–, que hacen de un drama así referencia obligada para cinéfilos y
creyentes.
Tal vez la cita de san Agustín
que abre esta extraordinaria película nos ayude a entender mejor lo que su
director trata de decirnos o, al menos, a asumir la escandalosa paradoja que
supone vivir en cristiano: “No desesperes, porque uno de los ladrones fue
salvado; pero no presumas, porque el otro fue condenado”.
FICHA
TÉCNICA
Título original: Calvary.
Dirección y guión: John Michael McDonagh.
Fotografía: Larry Smith.
Música: Patrick Cassidy.
Producción: Chris Clark, Flora Fernández-Marengo, James Flynn.
Intérpretes: Brendan Gleeson, Kelly Reilly, Aidan Gillen, Chris O’Dowd, Dylan Moran, M.
Emmet Walsh, Marie-Josée Croze, Domhnall Gleeson, David Wilmot, Orla O’Rourke,
Pat Shortt, Gary Lydon, Killian Scott, Owen Sharpe.
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