DOS IGLESIAS (ENTRE OTRAS)
FRANCISCO RAFAEL DE PASCUAL, monje cisterciense (Abadía de).
FRANCISCO RAFAEL DE PASCUAL, monje cisterciense (Abadía de).
ECLESALIA, 20/01/16.- Esta mañana asistí a
una eucaristía en una parroquia de Madrid, céntrica. Éramos unas cuarenta
personas. El sacerdote salió, leyó “ritualmente” todos los libros y no hubo ni
un momento de contacto directo con los fieles, ni referencia a ellos. Yo diría
que es una liturgia a cargo de un funcionario, que lee unos libros y realiza
unos ritos (en este sentido no hay que preocuparse de la crisis de sacerdotes…
se pueden contratar funcionarios de ese estilo).
Los textos de las lecturas hacían referencia a Sam 4,
1-11 (escaramuza de Israel con los filisteos, en la que pierden la batalla y el
arca de la alianza), y el Evangelio de Mateo 1, 4-5 (donde un leproso se acerca
a Jesús de forma delicada y no manipuladora).
La brevísima homilía del celebrante, antes de la
oración de los fieles, fue un salirse por los cerros de Úbeda, como decían los
antiguos.
Acabó la eucaristía y me sentía un poco disgustado, la
verdad, por la pobreza pastoral del hecho en sí. Seguidamente vi que un grupito
de monjas se quedaban para rezar laudes. La antífona del Cántico final me dio
la clave y me serenó un poco: “Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros
días”.
Pero no pude resistir la tentación, y acabos los
laudes les dije a las monjas que las lecturas de hoy nos suponían una gran
lección, que eran una gran pedagogía de vida cristiana (como lo es siempre la
lectura bíblica proclamada en la celebración litúrgica).
A veces somos como los hebreos en sus múltiples
batallas: queremos manipular a Dios, y creemos que porque llevemos a ellas los
“signos sagrados” Dios nos va a proteger. Y no es así. Dios solo nos protege
cuando llevamos una vida de santidad y justicia.
El ciego del Evangelio no exige a Jesús la curación
(admite la posibilidad de que no sea posible…); pero le plantea a Jesús la
cuestión de una forma tan sutil y refinada (posiblemente meditada) que Jesús no
puede resistirse.
La pena que sentí (y ¡ojalá me equivoque!) es que las
personas que estaban en la “misa! (ahora no digo eucaristía) se fueron a sus
trabajos y sus batallas pensando que llevaban consigo un arca que les iba a
proteger… pero sin caer en la cuenta de que hay que ponerse ante Jesús con una
actitud indigente.
Las monjas, ya mayores en general, y que habrían
consumido sus vidas en múltiples servicios de caridad, me dieron la razón, y me
confiaron que solo cuando se sirve al Señor con santidad y justicia se cosechan
frutos de vida eterna. Y cuando ponemos la esperanza en las “arcas” que creemos
contienen nuestras riquezas, nuestra herencia, nuestra fuerza… pues los
enemigos nos pueden (incluso reconociendo a nuestros dioses).
Hay una Iglesia que cree en la fuerza de las arcas, y
hay otra que vive en santidad y justicia
Religión y economia
José Mª Castillo
Ayer, 18 de
Enero de 2016, se dio a conocer en todo el mundo el informe de Oxfam, que lleva
por título: “Una economía al servicio del 1%”. Esto significa que la
economía mundial se está gestionando de manera que se ha constituido en el
sistema económico, político y jurídico más violento y canalla que ha conocido
la historia de la humanidad.
Jamás hubo en el mundo ni tiranos, ni dictadores,
dotados con un poderío semejante y de cuya conducta se siguieran consecuencias
tan mundialmente destructivas y causantes de tanta devastación, tanta
humillación, tanta desigualdad, tanto sufrimiento y tanta muerte. No estamos
hablando de los campos de exterminio de la segunda guerra mundial. Lo que
tenemos ante todos, y a la vista de todos, son naciones y continentes de
exterminio, de los que las 62 personas más ricas del mundo (y sus más
cercanos colaboradores) saben que podrán seguir concentrando riqueza sobre la
base de que más de 3.000 millones de seres humanos se vean cada año más
limitados en sus posibilidades de seguir viviendo.
Con un agravante estremecedor. No se trata sólo de reducir la
población mundial a la mitad. Lo que estamos viendo es que un genocidio, que
nadie pudo imaginar, se está llevando adelante, aceptando incluso que el
planeta tierra quede destrozado y sin remedio para siempre.
No denuncio la perversión moral de los más ricos y sus
colaboradores. Denuncio la perversión del sistema. Y denuncio, por
tanto, a cuantos desean que este sistema funcione mejor. Porque eso equivale a
desear que aumente la desigualdad, el sufrimiento y la devastación.
Por otra parte - y esto es lo más importante que
quiero destacar aquí -, yo me pregunto si en este desastre tienen
responsabilidad las religiones. La tienen, desde luego. Por la
responsabilidad que tenemos, en este espantoso desastre, las personas que nos
consideramos creyentes. Por nuestro silencio ante las autoridades civiles y
ante las autoridades religiosas. Porque, con frecuencia, “legitimamos” al
sistema colaborando con él. Porque utilizamos la religión, con sus rituales y
ceremonias, para tranquilizar nuestras conciencias.
Y si a todo esto sumamos la conciencia de sumisión y
subordinación, que entraña la experiencia religiosa, se comprende que las
jerarquías dominantes, en cada religión, se vean legitimadas para vivir en la
contradicción de tantos jerarcas que, en demasiados casos, viven exactamente al
revés de lo que representan y predican.
La consecuencia, que se sigue de lo dicho, resulta
cada día más preocupante. Las religiones han derivado hacia sistemas de poder
que, en la situación actual, si quieren mantenerse tal como perviven ahora, no
tienen más remedio que vivir integradas en la contradicción canalla del sistema
dominante. Y esto seguirá siendo así, por más que las religiones prediquen lo
contrario o publiquen documentos de protesta y denuncia. Mientras los
creyentes no entremos en contradicción con este sistema devastador,
inevitablemente nos haremos cómplices de sus consecuencias de destrucción y
muerte.
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