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dimecres, 20 de gener del 2016

DOS IGLESIAS...







DOS IGLESIAS (ENTRE OTRAS)
FRANCISCO RAFAEL DE PASCUAL, monje cisterciense (Abadía de).
ECLESALIA, 20/01/16.- Esta mañana asistí a una eucaristía en una parroquia de Madrid, céntrica. Éramos unas cuarenta personas. El sacerdote salió, leyó “ritualmente” todos los libros y no hubo ni un momento de contacto directo con los fieles, ni referencia a ellos. Yo diría que es una liturgia a cargo de un funcionario, que lee unos libros y realiza unos ritos (en este sentido no hay que preocuparse de la crisis de sacerdotes… se pueden contratar funcionarios de ese estilo).
Los textos de las lecturas hacían referencia a Sam 4, 1-11 (escaramuza de Israel con los filisteos, en la que pierden la batalla y el arca de la alianza), y el Evangelio de Mateo 1, 4-5 (donde un leproso se acerca a Jesús de forma delicada y no manipuladora).
La brevísima homilía del celebrante, antes de la oración de los fieles, fue un salirse por los cerros de Úbeda, como decían los antiguos.
Acabó la eucaristía y me sentía un poco disgustado, la verdad, por la pobreza pastoral del hecho en sí. Seguidamente vi que un grupito de monjas se quedaban para rezar laudes. La antífona del Cántico final me dio la clave y me serenó un poco: “Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días”.
Pero no pude resistir la tentación, y acabos los laudes les dije a las monjas que las lecturas de hoy nos suponían una gran lección, que eran una gran pedagogía de vida cristiana (como lo es siempre la lectura bíblica proclamada en la celebración litúrgica).
A veces somos como los hebreos en sus múltiples batallas: queremos manipular a Dios, y creemos que porque llevemos a ellas los “signos sagrados” Dios nos va a proteger. Y no es así. Dios solo nos protege cuando llevamos una vida de santidad y justicia.
El ciego del Evangelio no exige a Jesús la curación (admite la posibilidad de que no sea posible…); pero le plantea a Jesús la cuestión de una forma tan sutil y refinada (posiblemente meditada) que Jesús no puede resistirse.
La pena que sentí (y ¡ojalá me equivoque!) es que las personas que estaban en la “misa! (ahora no digo eucaristía) se fueron a sus trabajos y sus batallas pensando que llevaban consigo un arca que les iba a proteger… pero sin caer en la cuenta de que hay que ponerse ante Jesús con una actitud indigente.
Las monjas, ya mayores en general, y que habrían consumido sus vidas en múltiples servicios de caridad, me dieron la razón, y me confiaron que solo cuando se sirve al Señor con santidad y justicia se cosechan frutos de vida eterna. Y cuando ponemos la esperanza en las “arcas” que creemos contienen nuestras riquezas, nuestra herencia, nuestra fuerza… pues los enemigos nos pueden (incluso reconociendo a nuestros dioses).
Hay una Iglesia que cree en la fuerza de las arcas, y hay otra que vive en santidad y justicia 






Religión y economia
José Mª Castillo
Ayer, 18 de Enero de 2016, se dio a conocer en todo el mundo el informe de Oxfam, que lleva por título: “Una economía al servicio del 1%”. Esto significa que la economía mundial se está gestionando de manera que se ha constituido en el sistema económico, político y jurídico más violento y canalla que ha conocido la historia de la humanidad.
Jamás hubo en el mundo ni tiranos, ni dictadores, dotados con un poderío semejante y de cuya conducta se siguieran consecuencias tan mundialmente destructivas y causantes de tanta devastación, tanta humillación, tanta desigualdad, tanto sufrimiento y tanta muerte. No estamos hablando de los campos de exterminio de la segunda guerra mundial. Lo que tenemos ante todos, y a la vista de todos, son naciones y continentes de exterminio, de los que las 62 personas más ricas del mundo (y sus más cercanos colaboradores) saben que podrán seguir concentrando riqueza sobre la base de que más de 3.000 millones de seres humanos se vean cada año más limitados en sus posibilidades de seguir viviendo.
Con un agravante estremecedor. No se trata sólo de reducir la población mundial a la mitad. Lo que estamos viendo es que un genocidio, que nadie pudo imaginar, se está llevando adelante, aceptando incluso que el planeta tierra quede destrozado y sin remedio para siempre.
No denuncio la perversión moral de los más ricos y sus colaboradores. Denuncio la perversión del sistema. Y denuncio, por tanto, a cuantos desean que este sistema funcione mejor. Porque eso equivale a desear que aumente la desigualdad, el sufrimiento y la devastación.
Por otra parte - y esto es lo más importante que quiero destacar aquí -, yo me pregunto si en este desastre tienen responsabilidad las religiones. La tienen, desde luego. Por la responsabilidad que tenemos, en este espantoso desastre, las personas que nos consideramos creyentes. Por nuestro silencio ante las autoridades civiles y ante las autoridades religiosas. Porque, con frecuencia, “legitimamos” al sistema colaborando con él. Porque utilizamos la religión, con sus rituales y ceremonias, para tranquilizar nuestras conciencias.
Y si a todo esto sumamos la conciencia de sumisión y subordinación, que entraña la experiencia religiosa, se comprende que las jerarquías dominantes, en cada religión, se vean legitimadas para vivir en la contradicción de tantos jerarcas que, en demasiados casos, viven exactamente al revés de lo que representan y predican.
La consecuencia, que se sigue de lo dicho, resulta cada día más preocupante. Las religiones han derivado hacia sistemas de poder que, en la situación actual, si quieren mantenerse tal como perviven ahora, no tienen más remedio que vivir integradas en la contradicción canalla del sistema dominante. Y esto seguirá siendo así, por más que las religiones prediquen lo contrario o publiquen documentos de protesta y denuncia. Mientras los creyentes no entremos en contradicción con este sistema devastador, inevitablemente nos haremos cómplices de sus consecuencias de destrucción y muerte. 



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