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dimecres, 4 de març del 2015

ÉBOLO



DE LA EPIDEMIA DE ÉBOLA A LA EPIDEMIA DE ÉBOLO
¡Alerta sanitaria!
JEAN DE DIEU TAGNE, sch.p. sacerdote, tagnejeandedieu@yahoo.fr
KINSHASA (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DE El CONGO).

ECLESALIA, 04/03/15.- ¿Qué es Ébolo? Me preguntarán ustedes. Pues bien, la respuesta es sencilla. Es el marido de la otra. Ustedes hablan de paridad, equilibrio de género, ¿no? Pues ¡ya está! Ébolo es la versión masculina, viril de Ébola y al mismo tiempo es su marido legítimo y fiel. Ébolo y Ébola son una pareja de virus unidos para mal y para lo peor, no hay nada bueno en ellos. Y además tienen una hija a la que han llamado la encantadora Miseria. Es fea como la muerte y sin embargo abraza a todas las víctimas de sus padres.
Ébolo y Ébola funcionan exactamente de la misma forma y tienen un poder disuasorio más o menos igual. Algunos analistas sostienen sin embargo que Ébolo es más severo que Ébola. La razón, según ellos, es muy sencilla: Ébolo es elitista en primer grado. Se interesa sobre todo en la clase dirigente. Sólo en el momento en que esta clase está bien carcomida es cuando las consecuencias de su putrefacción crean víctimas colaterales en la clase media y el resto de la población. En general, cuando de lo que se trata es de hacer sufrir a la plebe, al común de los mortales, Ébolo confía el trabajo sucio a su bien amada hija, la Miseria. Hay como una especie de subcontratación familiar, un poco al igual que en los mercados públicos ¿no? Por supuesto, porque a veces, allí por donde Ébolo pasa, Ébola puede pasar también, pero no siempre, todo depende de lo que está en juego y de los intereses de la familia.
El mayor problema con Ébolo es que sus víctimas no se dan cuenta de su enfermedad hasta que resulta ya demasiado tarde. Este virus entra en contacto directamente con el sistema nervioso central y afecta a los núcleos grises centrales en la zona del tálamo y del striatum. Las neuronas son inmediatamente infectadas, lo que ocasiona a nivel del complejo sináptico una amalgama de datos contradictorios que se expanden por todas las áreas corticales cerebrales. Esto crea en el paciente la ilusión de una lucidez intelectual que se manifiesta en un esfuerzo de justificación de los abusos, de codificación y validación de lo arbitrario, de relativización de daños, etc. Se ha notado en algunos pacientes una actitud suicida, al preferir la aniquilación total a cualquier forma de compromiso y consenso.
Los investigadores no son unánimes sobre la génesis del virus. Mientras que algunos afirman que el virus sería la consecuencia de una mutación genética que afectaría indiscriminadamente a víctimas inocentes; otros sostienen que el Ébolo es un producto de laboratorio, un arma biológica que apunta al control de la población y el goce egoístamente organizado de los bienes del suelo y del subsuelo. Los partidarios de esta tesis arguyen que las formas más perversas de Ébolo proceden de una mezcla mal dosificada de apetito de poder, de voluntad de dominio, de ilusión de eternidad alimentados por un egocentrismo a ultranza y un deseo ilimitado de placer solitario. El sujeto que los alcanza, afirman los investigadores, segrega una toxina que produce en los miembros de su círculo reacciones neurálgicas que van de la ingenuidad insolente, a pesar del embalaje de títulos académicos, a la divinización del paciente pasando por la adulación y otros trastornos del comportamiento como la diabolización del adversario y la hipersensibilidad a todas las críticas al sistema.
Se ha observado en ciertos casos graves una agresividad vampirista que se manifiesta en un deseo frenético de sangre del adversario. Esta agresividad nacería de una ilusión óptica que siembra el desconcierto en el individuo que ve peligro por todas partes e interpreta todo gesto, palabra o silencio como un ataque personal, una provocación malsana. Por ejemplo, este insignificante artículo, leído por un individuo aquejado de algún tipo de Ébolo, podría ser interpretado como una ataque en toda regla mientras que un individuo normal vería que en realidad no es más que un esfuerzo de lectura del hecho social puesto que nadie está directamente aludido salvo los que quieran estarlo.
Por el momento nadie ha encontrado todavía un remedio convincente contra los ataques de Ébolo. Muchos especialistas lo consideran como un cáncer de otra magnitud. Sólo que a diferencia del cáncer el Ébolo es contagioso en alto grado y puede ocasionar epidemias y pandemias. Algunos investigadores se han puesto de acuerdo para adoptar en principio tratamientos de choque como la quimioterapia o la amputación, pero se ha advertido desgraciadamente en muchos casos un rebrote del virus en los miembros sanos que se han trasplantado en sustitución de los miembros amputados. Los ejemplos son numerosos, abran simplemente los ojos.
La comunidad internacional (Francia, Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Rusia y China) promete una ayuda de urgencia a los países golpeados por la epidemia de Ébolo, pero numerosos observadores temen que esta ayuda esconda intenciones ocultas y tenga, en algunos lugares, una inclinación mineralófila. Han surgido voces entre los estrategas y los especialistas de la geopolítica para acusar a las grandes potencias de ser a la vez pirómanos y bomberos zapadores. En este momento, es difícil decir con exactitud dónde se esconde la verdad, la historia lo dirá por supuesto.
El Vaticano, por su parte, pide que se intensifique la oración por las víctimas e invita a las personas de buena voluntad a trabajar juntos en la búsqueda de una solución global y duradera. Según el portavoz de la Santa Sede, el papa Francisco, que sigue con especial atención el desarrollo de la epidemia, concede su bendición apostólica a todos los agentes comprometidos sobre el terreno y reafirma la solicitud maternal de la Iglesia de cara a todo lo que concierne a la comunidad humana. En el espíritu de Gaudium y Spes del Concilio Vaticano II, el Santo Padre exhorta a los pastores de las Iglesias locales, a dispensar sus cuidados a todas las víctimas y a hacer todo lo que esté en su mano para acompañar a los diferentes agentes en la búsqueda de soluciones que respeten la dignidad de toda la persona y de cada una de las personas.
La hipótesis de una vacuna, para muchos observadores, parece la mejor solución contra la epidemia de Ébolo. Esta vacuna, en teoría, consistiría sobre todo en la consolidación de las instituciones, en el consenso a nivel de reglas de juego y en el fair play en la resolución de conflictos. A pesar de la claridad y de la simplicidad de los elementos de la vacuna, los investigadores se han tropezado con dos grandes dificultades: la inestabilidad del virus y la multiplicidad de sus formas. Un eminente investigador afirmaba recientemente desde las ondas de una radio internacional que el virus es absolutamente impredecible. A veces, proseguía, parece que se le domina poniendo en pie textos y mecanismos de consenso, pero contra toda previsión, cuando menos se lo espera, el virus se manifiesta en una forma solapada, extraña y peligrosa. Además, concluía, el virus se presenta de forma distinta de una localidad a otra, de una estructura a otra. Serían necesarias, por este motivo, vacunas para cada caso; e incluso si se lograra esta hazaña, el virus no se manifestará de la misma forma en el próximo resurgimiento.
Un pequeño grupo de investigadores propone, sin embargo, una solución innovadora; hablan de una solución proactiva. Para ellos la solución vendría, por un lado, de las familias y, por otro lado, de la creación de islotes de integridad por personas aún no afectadas por Ébolo. El papel de la familia, afirman, es capital; según ellos, es en la familia donde se desarrollan los esquemas de valores del individuo. La educación familiar debería, con la leche materna y la figura paterna, consolidar el sistema inmunitario del niño inculcando en él desde edades tempranas la noción de lo intangible, el valor de lo que cuenta, aunque no se puede contar. Los ingredientes de este jarabe familiar serían: el sentido del honor, el respeto a la palabra dada, la verdad, la lealtad, la generosidad, la justicia y el Amor. Esta educación familiar debería, insisten estos investigadores, continuar en la escuela donde los padres se asegurarán de que las enseñanzas impartidas a sus hijos respetan los valores ya presentes en la familia y les añaden elementos como la aceptación del otro, la vida en común, la tolerancia, la iniciación al diálogo verdadero y sincero y el sentido cívico.
Mientras se lleva a cabo este trabajo en el nivel de la cantera de la humanidad como lo son la familia y la escuela, se realizará otro trabajo por parte de adultos reunidos en islotes de integridad. El concepto de islote de integridad no es nuevo; se trata, claro está, de personas aún no afectadas por el virus de Ébolo de una forma u otra. Estas personas, hombres y mujeres reunidos en pequeños grupos, deberán aceptar remar a contracorriente. Deberían aceptar perder ventajas efímeras a veces para servir de ejemplo a la juventud y limitar la propagación de la epidemia.
Serán, precisa un experto, personas que aceptan llevar una vida sobria, digna y verdadera. Y sí, de eso se trata; un investigador ha publicado recientemente las conclusiones de una investigación sobre una treintena de altas personalidades aquejadas de diferentes formas de Ébolo. Este último ha detectado en estos individuos la existencia de factores que favorecen el ataque del virus. En una lista que él mismo afirma no ser exhaustiva, incluye en primer lugar los delirios de grandeza, la prioridad del tener sobre el ser, el apego a lo tangible, el desconocimiento de lo intangible, la ausencia de reflexión y de autoevaluación, una espiritualidad confusa y a veces esotérica, etc.
El Ébolo existe y causa estragos, golpea incluso en sitios inimaginables. La toma de conciencia de su existencia debería ser un primer paso hacia la búsqueda de soluciones individuales y comunitarias. Ébolo no es una fatalidad y podemos decir con certeza que si disponemos de los medios adecuados, dentro de los límites de nuestras competencias, aplicando las sinergias necesarias, la humanidad cantará en un futuro cercano una sinfonía de victoria sobre Ébolo. ¡Que cada uno se prepare bien su partitura y que empiece la música! (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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